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Falta de accesibilidad para discapacitados en espacios públicos de Tuxtla Gutiérrez

La ciudad capital cuenta con un aproximado de 180 y 193 parques públicos sin mantenimiento

Calles intransitables, rampas sin conexión real, pisos rotos, falta de señalización y transporte inaccesible son parte del panorama cotidiano que enfrentan personas con discapacidad en la capital chiapaneca. A pesar de los discursos de inclusión, Tuxtla Gutiérrez continúa siendo una ciudad hostil para quienes requieren condiciones mínimas de accesibilidad.

Así lo advirtió la investigadora Monserrat Ibarra Gallardo, académica de la Benemérita Universidad Autónoma de Chiapas (Unach) y ganadora del Premio Nacional Arquitecturas FAR 2023. La especialista señaló que la ciudad vive una crisis estructural en sus espacios públicos, al no cumplir con los principios de diseño universal, lo que genera exclusión sistemática.

“Queremos que las personas con discapacidad puedan desempeñarse de manera autónoma, sin depender de ajustes razonables o adaptaciones posteriores”, expresó la especialista, al subrayar que las soluciones deben pensarse desde la planeación, no como remiendos.

Ibarra explicó que los obstáculos no solo son físicos, sino que se manifiestan en toda una cadena rota de accesibilidad, que incluye barreras urbanísticas (aceras y calles), arquitectónicas (edificios y plazas), de transporte y de comunicación. Un ejemplo común: una rampa correctamente construida pierde utilidad si no hay forma segura de llegar a ella desde una parada de autobús.

La investigadora presentó datos preocupantes: en Tuxtla Gutiérrez, entre 180 y 193 parques públicos presentan mantenimiento deficiente, convirtiéndose en espacios excluyentes. Citó como ejemplo el parque Niño de Atocha, que tiene una rampa sin conexión con las calles aledañas ni con la iglesia cercana, lo que hace inútil su instalación.

Además, documentó rampas sin barandales ni contraste de texturas, caminos con adoquines irregulares, pisos fracturados, iluminación deficiente y ausencia de señalética adecuada. “Aunque la pendiente esté bien, si no hay contraste visual, si no hay guía táctil, se convierte en un peligro, no en una solución”, puntualizó.

Uno de los casos que ilustró fue una plaza en Tuxtla donde, pese a tener rampa, no cuenta con barandal ni indicaciones para personas con baja visión, lo cual vulnera sus derechos de acceso y seguridad.

Ibarra enfatizó que el problema no es técnico, sino político y estructural: mientras la normatividad actual siga siendo opcional, y no existan mecanismos para hacer cumplir estándares mínimos de accesibilidad, las ciudades seguirán excluyendo a quienes no se adaptan al modelo urbano dominante.

“El objetivo no es solo que puedan entrar, sino que puedan transitar, decidir, permanecer y salir por sí mismos”, señaló. En ese sentido, planteó como indispensable aplicar el diseño universal como principio rector de toda obra pública y privada.

La doctora hizo un llamado a superar las soluciones parciales o simbólicas, y exigió una transformación profunda de las políticas de desarrollo urbano. “En los tiempos actuales quizá hay otra variedad de hongos y la prueba está en que ya se han vivido eventos adversos”, advirtió sobre los riesgos de no avanzar con decisión en este tema.

Para lograrlo, dijo, se requiere una estrecha colaboración entre arquitectos, urbanistas, gobiernos y especialistas en discapacidad, a fin de entender las necesidades específicas de cada grupo y garantizar espacios verdaderamente accesibles. La accesibilidad, concluyó, no debe verse como un privilegio o un añadido, sino como un derecho fundamental.